Sobre




Wilo Haro Rivas, SJ



Hace nueve años, mientras cursaba Estudios Culturales surgió mi interés por volver a bordar. El bordado regresaba a mi vida para quedarse; a pesar de ser una actividad poco común y explorada actualmente por el tiempo que demanda y escasamente identificada con lo que hacemos en la Compañía de Jesús.



El juego de palabras de los estudios que estaba desarrollando, la necesidad de identificarme como migrante y al mismo tiempo un espacio de descanso, me permitió volver a una de las actividades más comunes del pueblo de Guamote – Ecuador. Aquel pueblo cobigado por los andes, a más de 3300 msnm,   donde mi familia tuvo un taller de bordado por más de 70 años. 





Mi deseo por recuperar la memoria de la Semana Santa de Guamote me llevó   a revisar técnicas básicas que aprendí de niño. Revisé y rebusqué fotografías en los baúles llenos de bocetos y diseños del taller hasta envolverme con los hilos y las tijeras de mi abuela que estaban intactos. Solo así pude reconocer que el bordado es una actividad que estaba impresa en mi vida. Con el transcurso de los años, fui desarrollando y perfeccionado técnicas de bordado. Aprendí instintivamente a través del ensayo y el error a dar vida a un pedazo de tela, piedras e hilos.



Soy plenamente consciente que una de las cosas que más me permite encontrarme con Dios es el bordado. Esta actividad cotidiana de unirme a los hilos, paletas de colores y textiles me han conducido a tener una lectura espiritual de muchos momentos de mi vida. En ese pequeño espacio cotidiano puedo encontrar a Dios.  Cada puntada cobra sentido, se convierten en desafío y oración que me invitan a estar plenamente identificado con mi vocación como jesuita bordador.







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